“Nunca me había preocupado mucho por ahorrar. Desde muy joven comencé a trabajar y mis condiciones laborales fueron mejorando con los años, por lo que tenía suficiente como para cubrir mis gastos fijos y darme algún que otro capricho. Desde que fui padre, todo cambió y soy más consciente de todo el dinero que se me ha escapado entre las manos por no estar más pendiente de mis finanzas y no seguir una serie de consejos mínimos de economía personal.

No fue hasta que llegó el pequeño Matías cuando mi mujer y yo nos dimos cuenta de que teníamos que optimizar nuestros gastos y ahorrar, en definitiva, gestionar nuestra economía de pareja. Al principio nos costó poner en práctica todos estos cambios, pero gradualmente los fuimos aplicando y ahora no podemos estar más contentos.

Segmentación de gastos

Para empezar, tomé nota y apunté en un papel todos mis gastos fijos y necesarios, y también los variables y más caprichosos e innecesarios.

Para ello, también se pueden utilizar apps que te aconsejan sobre cómo ahorrar, pero yo soy más clásico y prefiero el lápiz y el papel.

El cine, las comidas en restaurantes, las partidas de pádel y los viajes con mi pareja, fueron situados entre los innecesarios. Y más ahora que tenemos un hijo y debemos centrarnos en su cuidado.

Una vez apuntados en papel, lo que hice fue clasificar los gastos por categorías, para ver con más claridad qué gastos podía eliminar o reducir para así poder ahorrar más a final de mes, sin tener que renunciar a todo mi ocio de una tacada. Después fijé un presupuesto mensual de gastos, para englobar ahí lo imprescindible, y descartar los gastos superfluos. Es un primer paso que ayuda mucho.

Recorte de gastos

Entre los gastos fijos está la compra mensual. Hasta en eso estoy ahorrando. Antes iba sin mucha previsión, comprando comida según se me antojara. Incluso con el estómago vacío, que es lo peor que se puede hacer. ¡Es una trampa! Siempre volvía a casa con una compra muy cara pero con poca comida saludable. Ahora, además de tener establecido un presupuesto semanal para el supermercado, hago una lista con todo lo necesario e intento no salirme de ella. Además, hago la compra online siempre que puedo, por lo que evito caer en la tentación de los caprichos que vas viendo por los pasillos del supermercado.

Cuando era más joven y no me importaba tanto el dinero, también solía comer fuera de casa varios días a la semana al salir del trabajo, por comodidad y porque así conocía mejor a mis compañeros. Es algo que ya no hago. O que hago menos. Si antes comía cuatro días a la semana en bares o restaurantes, ahora lo hago uno o dos, y el resto me llevo comida preparada de casa. No me he privado de ello, pero el ahorro se nota.

En la factura de la luz, sin darme cuenta, también se me iba un pico. Estuve indagando, y comprobé que mi compañía no era precisamente la más barata, por lo que después de informarme y comparar entre varias, me decidí por otra mucho más económica.

Además, ahora tengo más cuidado y apago las luces cuando salgo de una habitación, utilizo bombillas de bajo consumo en todas las habitaciones, aprovecho más la luz natural en lugar de encender las lámparas y procuro no dejar encendido el aire acondicionado o los calefactores si no es necesario.

El seguro del coche era otro gasto fijo al que no le prestaba mucha atención. Después de tantos años con mi aseguradora, ni me había percatado de que era una de las más caras del mercado, por lo que me cambié sin pensarlo y cada año mi bolsillo nota el cambio. Para migrar de compañía, utilicé comparadores como Rastreator o Kelisto.

Antes también fumaba mucho. Ahora, por el pequeño, lo hago menos y guardo ese dinero por separado, para ahorrarlo a final de mes. Además de por razones de salud, ver ese dineral (del cual estaba acostumbrado a no disponer) convertido en ahorro, ¡anima mucho a perseverar!

Por otro lado, también repasé mi cuenta bancaria para comprobar los gastos que realizaba mensualmente y los pagos domiciliados. Hace tiempo que me suscribí a una revista de deportes que no leo como antes por falta de tiempo. Así que me borré.

Y tampoco voy al gimnasio como quisiera. Hace medio año que me acogí a una buena oferta pero no lo piso, así que también anulé ese gasto innecesario y, mínimo una hora a la semana, hago deporte al aire libre en bici o practicando footing

No a las compras impulsivas

Otra cosa que he cambiado es la forma de comprar objetos de mayor coste. Cuando me compré mi anterior ordenador, lo hice casi impulsivamente, comprándolo en el primer establecimiento que vi, cuando pude ahorrarme dinero si hubiera buscado mejor. Ahora he tenido que renovar mi equipo de nuevo y estuve varios días comparando opciones y precios. El ahorro que he conseguido ha merecido la pena.

Siguiendo todos estos consejos, y siendo consciente de que la única manera de gestionar eficazmente la economía de uno es ser consciente de los ingresos y midiendo los gastos, he conseguido ahorrar lo suficiente para hacer frente a la feliz llegada de Matías. Incluso nos sobra algo a final de mes, lo cual destinamos a nuestra cuenta de ahorro y a la de nuestro pequeño.