Su pequeña zapatería no daba para sostener a la familia. Las deudas no paraban de crecer, parecía una bucle sin salida y el miedo le bloqueaba. Hasta que tomó la decisión de cambiar. A continuación, Eugenia nos cuenta cómo logró salvar su economía liberándose de deudas:

“Tras un cúmulo de malas decisiones y épocas no muy boyantes en mi pequeño negocio de zapatería, necesitaba poner bajo control los gastos de mi economía doméstica y deshacerme de deudas que no hacían más que crecer en intereses.

A continuación os hablaré del proceso que seguí:

1. Evité la tentación de buscar una solución mágica

En un primer momento estuve a punto de caer en manos de gurús, soluciones instantáneas o empresas que captan a personas en apuros para exprimirnos. Repasé muchas ofertas de préstamos fáciles e inversiones aseguradas, pero desahogándome con mi hermana, vi la luz . La desesperación nunca es buena consejera.

Además, me gustaría hacer hincapié en el apoyo que recibí por parte de mi familia y amigos más cercanos. No debería darnos vergüenza contar con ellos en estas situaciones. Los nuestros son siempre el mejor faro en tiempos de oscuridad.

Gracias a este apoyo, tomé la mejor decisión: mantener la cabeza fría y buscar auténticas soluciones.

2. Categoricé mis gastos y ahorré

Desechados los milagros y animada a acabar con el bucle, cogí una libreta y revisé todos mis gastos. Y es que para comenzar a deshacerme de deudas, creí que lo principal era “remodelar” mis hábitos de gasto.

Para cada uno, me preguntaba: “¿es imprescindible?” Entendí que había estado consintiéndome no pocos caprichos. Cosas que, realmente, no necesitaba y podía eliminar.

Respecto de los gastos que no podía eliminar, a mi lista añadí la búsqueda de una opción más barata.

Estas dos sencillas medidas, frenaron en seco gastos innecesarios y me dieron las claves para ahorrar en aquello que no podía eliminar.

3. Vendí mis activos

Una vez organizados mis gastos, mi impulso fue hacia analizar vías para ganar un dinero extra, que siempre ayuda.

Miré a mi alrededor en casa e hice una lista de lo que no necesitaba: objetos acumulados o a los que no daba mucho uso. Los anuncié en plataformas de venta online de objetos usados. Se fueron una bicicleta, la aspiradora y no poca ropa; vajillas y jarrones que encontraron otros dueños y que se transformaron en varios cientos de euros.

Tenía algunas piezas de oro que no me atreví a poner en la plataforma. Sabía que el oro se cotiza y que hay muchos establecimientos que lo compran, pero no todos pagan lo que realmente cuesta. Comparé y logré hasta cuatro o cinco euros en cada gramo, mereció la pena.

Algunas joyas con valor sentimental, en vez de venderlas, las empeñé en el Monte de Piedad. Aquí no había que tener cuidado con el precio, porque está controlado. Esas joyas se transformaron en un préstamo con un interés muy bajo y con la posibilidad de recuperarlas más adelante. Otro acierto.

4. Negocié mis deudas

Lo siguiente que estaba decidida a hacer era gestionar mis deudas con los bancos: tarjetas, hipoteca, préstamos… Cuotas y más cuotas de un montón de deudas pequeñas que fui acumulando.

Antes de reunirme, sumé todas mis deudas y las metí en un simulador. Una sola cuota por el total, era una tercera parte de lo que estaba pagando cada mes. Estaba claro que había que agrupar las deudas. Para poder hacerlo, tuve que poner al día algunas cuotas en las que estaba algo retrasada.

Mi banco también entendió que era mejor agruparlo todo y tener una sola cuota que sí podía pagar. Y tras no pocas reuniones y algunas gestiones (es importante dejar todo bien atado y definido con tu banco), refinanciamos las deudas. Me prometí a mí misma, que una parte de lo ahorrado en cuotas lo dedicaría a ir amortizando la deuda cuanto antes.

4. El concurso de acreedores

Sé que esto te va a sonar fuerte, pero cuando parecía que no había salida, llegué a considerar esta opción legal: la quiebra.

Si los recursos no llegan para cubrir los gastos corrientes y la situación no tiene visos de cambiar, se puede solicitar Concurso de Acreedores (comúnmente conocido como quiebra); el juzgado supervisa la situación y nombra un Administrador para que negocie con acreedores y proponga al Juez la mejor solución. O sea, yo ya no estaría al mando.

En estos casos, el juez determinaría cuáles son las necesidades económicas mínimas para que puedas vivir tú y tu familia y quedarían paralizadas las reclamaciones mientras se gestiona el Concurso. Un Administrador negociará con los acreedores la posibilidad de que reduzcan tus deudas y las pagará siguiendo el orden y las cuantías aprobadas por el Juez.

En mi caso, al aceptar el banco la refinanciación, finalmente descarté esta opción. Pero me gustó saber que hay una vía legal que me hubiese permitido empezar de cero, reiniciar mi vida, si hubiese sido necesario.

5. ONG y Asociaciones

En todo este proceso, encontré aliados a mi alrededor, ONGs y asociaciones que me ayudaron a encontrar microcrédito sin interés para ponerme al día y lograr la refinanciación, y me enseñaron también técnicas para cambiar hábitos de consumo de cosas que no necesitas o que puedes reciclar consiguiendo un beneficio.

Entidades como MITA, Nantik Lum u Oportunitas tienen las puertas abiertas para ayudarte en forma de microcréditos y cursos formativos.

Descubrí que estamos rodeados de pequeñas y grandes iniciativas que, junto con tu familia, pueden ayudarte a salir adelante, a aprender trucos, a conocer recursos sobre cómo funcionan los bancos, las deudas, las tarjetas o los contratos que se perpetúan sin que te des cuenta; que te ayudan a formarte para que tu negocio sea más sostenible y más rentable; e incluso a mantener la cabeza bien alta en todo este proceso.

¿Qué aprendí?

  • Que las soluciones mágicas no existen
  • Que todo lo que merece la pena cuesta esfuerzo y cualquier proceso de cambio exige perseverancia y motivación. Fijarse una meta feliz es fundamental
  • Que nunca todo está perdido y, menos, si nos dejamos ayudar y apoyar

Cuando miro atrás, a mi caos de deudas, de gastos descontrolados y de un negocio en picado, apenas puedo creer el cambio que ha dado mi vida. He dejado atrás el desorden y el estrés de las deudas, me he organizado de una manera lógica, he prescindido de lo innecesario, he pagado lo que he podido pagar y organizado lo demás.

Hecho esto, he podido centrarme en mi negocio, aplicando simplicidad en los gastos, control en los ingresos , y una forma de trabajar ordenada que me han permitido recuperar mi vida y acercado mucho a algo parecido a la felicidad.